Portada del cuaderno: _ mapa trazado tras haber leído los primeros capítulos de filosofía del porvenir, de Anabel Lee Teles
Durante mi primer paseo cartográfico, a falta de lapicera, dibujé con labial rostros de gente con tapabocas que subía al bondi.
Esta foto me la mandó Cecilia, compa de la práctica, rcordando aquellas intervenciones sobre cómo las ventanas habían cobrado particular importancia en nuestra cotidianeidad.
La ventana es muy curiosa.
Siento que yo también le hubiese sacado una foto.
Me gusta que me escriban mis compañeras y me gusta pensar que la potencia del encuentro no ha sido anulada.
Me gusta pensar que caminamos por las calles compartiendo los ojos.
Cuando empezaron a pedirnos que nos encerráramos en nuestras casas, desde el cuerpo militante y con la llegada del nuevo gobierno, había surgido la necesidad de repensar la forma en que estábamos habitando nuestras calles.
Por eso, empezar a salir a la calle, en su momento, resultó sumamente brusco y lleno de afectaciones, si se le sumaba el hecho de que la gente introducía en tí un virus en forma de juicio moral.
Esa abrumación era tal que se me dificultaba hacer registros escritos y terminaba acudiendo al dibujo.
En ese sentido, la actitud de salir a la calle en plan "paseo cartográfico" resultó un buen ejercicio para empezar a circular las calles.
Aquellas sensaciones boludas de las cuales me avergonzaba, parecían tener algo de esa capacidad creadora que sentí anulada el 1ro de marzo.
Libros de poesía de cinco pesos componen las páginas del cuaderno y dan cuenta de mi obsesión por comprar libros viejos en Tristán. Mis últimas adquisiciones:
Formas alternativas de dar cuenta de las texturas del cuaderno.
mini composición audiovisual producto de los primeros días pos covid
boceto de composición audiovisual en base a una composición musical basada, al mismo tiempo, en un cadáver exquisito de cuerpo-colectivo Manija
Mientras crecía
y atendía
con inquietud mis desvaríos,
pude entender que estaba bien romper por estos lugares.
Siempre y cuando encontrase cobijo entre el viento
y llegase a casa con un poco de sed.

Ruido de fondo.

La contracción del otoño,
el crepitar de las hojas,
el viento contra mi pecho descubierto de más,
como para nunca olvidar el sonido de mi respiración;
congestionada como peatonal en hora pico,
y tan mal gestionada
como mis encuentros contra tus bordes.

Ruido de fondo.

Hay quienes me escuchan,
y de a ratos con eso me alcanza
para saciar algunas dudas existenciales.

Sin embargo no voy a negar
que por momentos me urge escucharme:
tal vez con la sutileza con que una ola
impregna de sal las rocas
cuando irrumpe
de madrugada
contra los pies de un pescador.

Tal vez como el fastidioso silbido
de una caldera hirviendo.
Aunque eso me urge un poco menos,
deberé trabajarlo con mi mesita de luz.

Mientras tanto me afirmo
sobre alguna espalda,
con un poco más de miedo
del que debería ocasionar un abrazo.

Y recorro con cariño,
esa parte de tu oreja
que tiene forma de caracol.

Y leo
con ese mismo dedo,
experto en pasar páginas,
los silencios
que hacen eco
de tus voces más lentas
y mis derivas más apresuradas,
¿qué ironía no?

Ruido
de fondo.

Ya está pronta
el agua para el mate
¿voy a apagar la caldera
o dejamos que explote todo?
RUIDO DE FONDO